Madrid, España, 17 de Febrero de 2015
Después
de dos meses de duro trabajo, buenos amigos y experiencias inolvidables,
emprendemos nuestro último viaje de la campaña, pero esta vez de regreso a
casa.
Nuestro
balance de la campaña 2014-2015 ha sido gratamente positivo y nos gustaría
remarcar lo especial que ha sido cada parada de nuestro viaje para nosotros:
Las
idas y vueltas en el Hespérides fueron interminables en ocasiones, mareos y
bandazos de las olas del Drake, pero la tripulación y los magníficos paisajes
antárticos y argentinos han hecho de nuestra estancia en este barco, algo que
recordar y agradecer.
Hay
quien considera que isla Decepción no es Antártida como tal, por tratarse de la
caldera de un volcán negro con poca frecuencia de nieves en años anteriores,
pero para nosotros esconde algo más, imposible de explicar; solo pueden
entenderlo quienes tienen ocasión de salir y entrar en ella por los Fuelles de
Neptuno, algo maravilloso que te envuelve.
Nuestra
estancia en la Base Gabriel de Castilla ha sido como estar en casa, pasando las
Navidades entre risas y entrañables momentos que acompañan la cantidad de
excursiones y trabajo satisfactoriamente terminado en nuestra zona de estudio: Cráter
Lake.
Agradecemos
tanto apoyo a nuestro estudio, a la hora de descubrir nuestros sensores, así
como la cálida acogida de la dotación militar de la base. Cuesta despedirse de
gente como la que encontramos allí, nos llevamos un cachito de cada uno de
ellos, científicos y militares, por ser de una calidad humana admirable y, sin
duda, buenos amigos.
Paisaje de la pinguinera de Decepción y la Dotación de la BGdC.
Recordamos
buenos momentos, conversaciones interesantes con los técnicos de montaña,
carcajadas y amigos en un lugar en el que solo hay sitio para ser libre, donde
aprendes que no necesitas nada para ser feliz y respirar la vida de la mejor
manera que se puede. Todo vale la pena en Byers, y solo unos pocos somos los
afortunados de haber disfrutado de ella.
Campamento Byers anocheciendo y la dotación del año 2015.
Antes
de despedirnos, hacemos una última parada en la zona de nuestro estudio más
antártica, glaciares, glaciares y más glaciares que rodean la Base Juan Carlos
I en isla Livingston, donde pasamos dos semanas intensas antes de partir hacia
Ushuaia.
De
nuevo sobran las palabras para definir estos paisajes; es todo un regalo poder
trabajar rodeado de tanta belleza blanca,
así da igual el fuerte viento, la lluvia constante y las fuertes pendientes. Cada
día, en la playa de la base aparecían pedazos de hielo bailando y chocando
sobre las olas, y animales diversos, como focas leopardo, de wedell y cangrejeras o lobos
marinos descansando sobre grandes rocas esféricas. Y donde pudimos disfrutar
del magnífico espectáculo de las ballenas.
Fue
en esta base donde más recorrido hemos hecho para subir a trabajar y donde
volvimos a ver la noche y la luna llena reflejada en el mar. Pero cabe
mencionar el reencuentro con viejos amigos que allí trabajan y el
descubrimiento de otros nuevos que nunca olvidaremos por haber hecho de nuestra
estancia en la base, uno de los mejores momentos de la campaña.
Fotografía final de campaña de la Base Juan Carlos I y vistas de la base
En definitiva, gracias Antártida por
regalarnos ciencia, buenos momentos, satisfactorio trabajo, grandes amigos y
sensaciones nuevas que solo un lugar como este es capaz de aportar.
Y osagradecemos a vosotros, nuestros
fieles lectores, vuestro seguimiento durante los últimos dos meses. Esperamos que hayais disfrutado de nuestras anécdotas y nuestro trabajo.
Y aquí concluye nuestra campaña en la Antártida. Un lugar privilegiado para trabajar y vivir. Y nada como un poema de Pablo Neruda para describir el lugar donde hemos vivido tantas cosas estas semanas.
Piedras antárticas
Allí termina todo y no termina:
allí comienza todo:
se despiden los ríos en el hielo,
el aire se ha casado con la nieve,
no hay calles ni caballos
y el único edificio
lo construyó la piedra.
Nadie habita el castillo
ni las almas perdidas
que frío y viento frío
amedrentaron:
es sola allí la soledad del mundo,
y por eso la piedra
se hizo música,
elevó sus delgadas estaturas,
se levantó para gritar o cantar,
pero se quedó muda.
Sólo el viento,
el látigo
del Polo Sur que silba,
sólo el vacío blanco
y un sonido de pájaro de lluvia
sobre el castillo de la soledad.
Cayetana Recio Blitz