Si hay algo que caracteriza el trabajo en estas gélidas latitudes es la cooperación. En definitiva, esa es la base del Tratado Antártico, firmado para la protección de este continente helado. Y por aquí, cuando hay que ayudar a un compañero con algo, rápidamente se deja todo y todos nos ponemos a una. Pues bien, hoy ha sido un día en el que nuestros compañeros Amós y Belén, del proyecto de geodesia, tenían que ir a un lugar un poco particular a instalar uno de sus receptores GPS. Para ello tenían que llevar además unas cuantas baterías. Así que nosotros no hemos podido por menos que ofrecernos a ayudarle a transportarlas hasta la cumbre de la cresta de Stonethrow (si además de echarle una mano, podemos hacer una excursión...).
Por eso esta mañana hemos aparcado nuestros sensores, y hemos cargado una batería cada uno en su mochila y nos hemos pertrechado para el ascenso hacia una de las zonas altas de la isla. Sólo unos 312 m de altitud, pero caminando sobre piroclasto, que hace la caminata un poco penosa. Y el día era el propicio. Nos hemos levantado con calma total: viento 0, nubes altas, nuboso para no pasar calor,... Y listos con nuestras ropas de nieve y mochilas hemos salido de la base Gabriel de Castilla la expedición de 5 científicos y 1 miembro de la dotación de la base.
Lo primero, una caminata por la playa hacia la Base Argentina, a algo menos de dos kilómetros por la playa. Qué divertido y fácil es caminar por la playa en verano, ¿verdad? Pero hacerlo con botas de montaña no es nada facil. Una vez allí, saludamos a los miembros de la dotación que estaban haciendo reparaciones en el tejado de su base, y sin parar continuamos nuestro camino bordeando la laguna que hay junto a esa base. Luego comenzamos a adentrarnos en los valles estrechos que bajan desde Collado Vapor (el mismo camino que recorrió hace unos días Manuel en su intento de visitar la pingüinera de Punta Descubierta).
Caminando por la playa hacia la base Decepción
Laguna junto a la base argentina
Ascendiendo entre la niebla y la nieve hacia la cresta de Stonethrow
Icebergs en el exterior de la isla y el continente antártico en el horizonte
La nieve comenzó a caer y las nubes a tapar la cresta que pretendíamos coronar. Así que algunos empezaron a pensar que el día no iba a ser tan bueno para esta travesía como habíamos creído. Poco a poco la pendiente iba aumentando y la nieve y el hielo iban haciendo acto de presencia. Amós, que ya ha realizado este camino en muchas ocasiones, iba indicándonos la ubicación de unos hitos para no perder el camino. El camino poco a poco se iba haciendo más empinado y pedregoso, complicandola marcha, lo mismo que el hielo y la nieve acumulada en algunos cauces. A pesar del frío ya íbamos notando el sudor resbalar por la espalda, y los músculos reclamaban un descanso. Pero continuamos nuestro ascenso sin pausa, para llegar lo antes posible, por si se desataba una ventisca que no nos encontrara en lo alto del monte. Así, entre la niebla y el cansancio, finalmente alcanzamos el punto donde debía instalarse el receptor GPS. Una vez allí nos dimos cuenta de que hacía ya rato que había dejado de nevar y que las nubes habían levantado de nuevo... dejándonos disfrutar de unas bonitas vistas del Mar de Brandsfield lleno de icebergs enormes, como una flota que se dirige rauda a la conquista de agua más septentrionales.
Una vez instalado el dispositivo GPS, no pudimos por menos que caminar unos cientos de metros más para acercarnos a la cumbre, sobre la bahía de Fumarolas, desde donde pudimos disfrutar de unas increíbles vistas de todo el interior de la isla Decepción. Incluída la BAE Gabriel de Castilla, allá abajo, pequeñita. Lo mismo que su vecina la base argentina Decepción.
Por fín en la cima de Stonethrow. ¡Qué vistas!
La isla Decepción desde Stonethrow
Así que aprovechamos estas vistas para, abrigados, pues hacía mucho frío, descansar y disfrutar de este enclave tan privilegiado de la isla. Si hasta se podía ver las montañas del continente antártico allá en el horizonte! ¡Y lo celebramos tomándonos un chupa-chups! Ya descansados, y tras hacernos algunas fotos, iniciamos el camino de regreso. Sin la batería, cuesta abajo, y recordando las magníficas vistas, el camino de regreso se nos hizo de lo más corto, y llegamos a la base a tiempo de la comida.
Por la tarde, y tras una merecida siestecita para recuperar fuerzas, aprovechamos la tarde para organizar los sensores y guardarlos en las cajas y dejarlos listos para la siguiente fase de la campaña en la isla Livingston. La copiosa nevada que ha caído durante la tarde invitaba a permanecer en base calentito, viento caer los copos tras el cristal. Y así hemos llegado a la noche, la de un día cansado, pero en el que hemos podido disfrutar de un lugar único de la isla: Stonethrow.
M.A. de Pablo
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