sábado, 10 de enero de 2015

Nieve

Refugio Byers, Isla Livingston, 10 de Enero de 2015

Silencio.

Nada se oye cuando paramos un poco a descansar en nuestro camino hacia nuestra zona de estudio. Y cuando caminamos, sólo el crujir de la nieve bajo nuestras raquetas de nieve nos acompaña acompasadamente. Por lo demás... silencio. Un silencio extraño en Byers, donde el viento reina todo el año. Estos días nos está dando un respiro y nos deja trabajar sin azotarnos. Y aprovechamos esta tregua para, entre la niebla, la nevizna, el frío y (extraordinariamente), el sol que se asoma entre las nubes, buscar bajo a nieve algunos más de nuestros sensores.

De regreso al campamento, cansados, otra vez silencio. Y a medida que nos acercamos a la costa comenzamos a oir, a lo lejos, los ruidos de los elefantes marinos dormitando en la playa. El viento también nos trae el olor de la pinguinera situada a varios kilómetros de distancia.

Llegados al campamento, nos acercamos a la playa, donde tenemos almacenado el material científico, para dejar y tomar las herramientas que necesitaremos al día siguiente. Luego, volvemos al campamento para quitarnos las botas, muchas veces empapadas en agua, y nos ponemos ropas secas antes de meternos en el módulo de vida para tomar un té caliente que nos reconforte y temple. Aprovechamos para planificar las tareas del día siguiente, y para charlar sobre cómo ha ido la actividad.

Cuando los demás científicos (de momento 3 más, pero en breve llegarán dos científicos japoneses para unirse a este pequeño grupo de locos antárticos) acaban sus tareas en el otro módulo, charlamos, junto con los técnicos de montaña que tanto nos ayudan, sobre los pormenores y anécdotas del día. Siempre hay aventuras que contar al calor de la mesa. Y es que es el momento del día en el que conseguimos entrar en calor los siete habitantes del campamento.

Y tras una sencilla cena y un té, nos dirijimos a nuestras tiendas de campaña donde quitarse la ropa y meterse en el saco de dormir, frío, no es nada agradable. Pero pronto se calienta y, poco a poco, vamos quedando dormidos acunados por la nana de Byers... Silencio.

 Las nieves de península Byers.

M.A. de Pablo

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