Amanecemos en nuestro último destino antártico de trabajo, Base Juan Carlos I, con las pilas cargadas después de haber dormido en un colchón y con calefacción. La base está situada frente a la bahía Sur, un lugar que rodea el mar a través de glaciares infinitos que se desploman sonoros cada día, dibujando formas en el agua con el bras (fragmentos de hielo más o menos pequeños que flotan en el mar) empujados por las olas. Es una base científica española, dependiente del CSIC, situada en la península Hurd en la isla Livingston, en el archipiélago de las Shetland del Sur, a 40 metros de la costa y a 12 metros de altura, al pie de la ladera sur del Monte Reina Sofía. La base más cercana es la búlgara San Clemente de Ohrid, distante 2.7 km en dirección NE.Y además de la espectacularidad de la zona, a todas horas bailan las ballenas jorobadas en la bahía, jugando y alimentándose del krill que entra en esta bahía. Sin duda un espectáculo. Así que caminar por la base con estas vistas es todo un privilegio.
Una ballena muestra su aleta antes de sumergirse en las profundidades
Sin apenas material científico para trabajar por la alocada salida de Byers, subimos hasta el Sofía, recorriendo a la vuelta cada una de las estaciones científicas que tenemos en la zona para evaluar su estado y ver los materiales que necesitaremos estos días. científica, para comprobar así el estado de las mismas. Aprovechamos la visita a las estaciones para recuperar los primeros sensores e ir ganando tiempo y poder empezar a trabajar con los datos. De hecho ya hemos recuperado los sensores del sondeo de 25 metros, el más importante de este sector de la antártida. En cuanto llegue el material del buque chileno, instalaremos la cadena termométrica que tienen nuestros colegas portugueses en la vecina base búlgara, conectándola a los componentes electrónicos que traemos en nuestras cajas, dejándola así nuevamente operativa tras varios años sin datos.
Estos primeros días nos están sirviendo para habituarnos de nuevo a la vida en una base. Parece mentira, pero uno se acostumbra a vivir con lo justo, a estar apelotonados en las comidas, a pasar siempre frío, a que todo esté cerca en el campamento, y a ser muy pocas personas. Ahora hay nuevas caras (a la mayoría Miguel Ángel los conoce de otras campañas), otros proyectos científicos en marcha, la base tiene numerosos módulos, hay horarios,... en fín una nueva aventura para las dos últimas semanas de campaña. Así que nuevamente... comienza la aventura!
Cayetana Recio
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