martes, 16 de febrero de 2016

La gran tormenta

Isla Livingston, Antártida, 16 de Febrero de 2016

Pues si ayer fue un día duro... hoy ha sido tremendo.

Os pondremos en antecedentes, porque contanto la aventura tán rápidamente como lo hacemos, nos hemos quedado sin daros muchos detalles.

Como sabéis por campañas anteriores, la BaseAntártica Española Juan Carlos I se encuentra en fase de remodelación. Se están contruyendo una nueva base que permita tener más capacidad de científicos, y mejores instalaciones, porque la base original ya estaba fuertemente deteriorada. Los edificios se acabaron de construir hace un par de años, y este año se están ya haciendo los interiores (poniendo tabiques prefabricados, cableado eléctrico, calefacción, etc.). Por eso, en la base hay casi una veintena más de personas trabajando en estas tareas. Esto hace que, dado lo precario de las instalaciones que hay en la actualidad, estemos repartidos por diversos contenedores para dormir, hacemos turnos de comida porque no cabemos todos en el comedor, etc. Además, la zona de la base está llena de palés con los paneles de material prefabricado con el que se están construyendo las paredes interiores. Bueno, pues estos son los antecedentes que ayudarán a entender lo que ha pasado el día de hoy.

Por la mañana Manuel y Miguel Ángel nos hemos levantado pronto, porque nos tocaba el turno de servicio. Es decir, es un día que tenemos que dedicar a poner y quitar la mesa, preparar el desayuno, lavar cacharros, apoyar a los cocineros si hace falta, limpiar los baños y las duchas,... en fín, ejercer de amos de casa. Cuando nos hemos levantado ya soplaba el viento. Nos habían advertido ayer que la previsión era de día ventoso para hoy

La primera sorpresa del día ha sido que no había corriente eléctrica.. así que hoy no hemos podido preparar tostadas para el desayuno. Así que hemos preparado varias cafeteras para el desayuno y calentado varios litros de leche. Mientras hemos tenido que lavar con agua fría algunos platos, vasos y cubiertos para que hubiera para todos. Hemos puesto la mesa y listo para desayunar el primer turno... Después como hemos podido hemos hemos lavado de nuevo platos, tazas, vasos y cubiertos para el segundo turno, además de hacer unas cuantas cafeteras más y más leche. Listos para el segundo turno en el que ya hemos desayunado nosotros. Mientras, poco a poco ha ido subiendo el viento y se ha levantado ventisca. Tanto que cuando hemos acabado de fregar los cacharros del desayuno, al ir a limpiar los baños y duchas, no podíamos abrir la puerta por el fuerte viento, o cuando la abríamos, el viento nos la arrancaba de las manos... menos mal que entre los dos podíamos sujetarla bien. Pero la ventisca ya era importante. Joan, el especialista de medio ambiente de la base, ejerciendo estos días de jefe de base, prohibió ayer los trabajos científicos fuera de la base, ya que trabajar en el glaciar o el monte Reina Sofía con esta ventisca es muy peligroso.

Como ya habíamos acabado esta fase del servicio de limpieza, nos hemos subido a un contenedor que llamamos "el saloncito", que es donde tenemos la mesa de trabajo nosotros, pero que en realidad es donde se descansa en tres pequeños sillones, donde se ve alguna película o se lee y charla en los huecos libres. El problema es que como no se había solucionado el problema de la corriente eléctrica, todos los científicos que no tenía luz en sus laboratorios se había subido a este lugar que era de los pocos de la base donde aún había electricidad. Pero subir hasta allí ya fue complicado, porque la ventisca era ya muy fuerte. Miguel Ángel llegó completamente blanco de nieve, hasta las barbas y el pelo con hielo pegado. Como trabajar tanta gente en este pequeño rincón era complicado, mientras Manuel se quedaba en este sitio, Miguel Ángel se bajó a la cocina a ayudar a los cocineros para pasar el rato hasta la hora de comer.
Mientras pelaba cebollas, ajos, y ayudaba a los cocineros, la ventisca empezó a ponerse muy seria. Tanto que empezaron a salir lanzados distintos elementos que había por la base, pero que estaban bien atados. Así que empezamos a oir golpes, y ver pasar paneles completamente desgajados por delante de las ventanas. Esto se ponía peligroso, así que el jefe de base decretó estado de emergencia por condición climática. Es decir, las condiciones ambientales son tan malas que quedaba terminantemente prohibido salir al exterior del módulo en el que cada uno estuviera. A unos les pilló en "el saloncito", a otros en la cocina y el comedor, a otros en los talleres, a otros en los módulos que se están contruyendo. Y solo eran las 11 de la mañana.

A partir de aquí, el tiempo se volvió una locura, el viento, cada vez más fuerte, con rachas de 120 km/h, golpeaba los módulos y los hacía temblar y crujir. Los paléts con paneles atados en el exterior comenzaron a romperse bajo la fuerza del viento y a salir volando por la base, golpeando otros módulos. En la cocina, varios de ellos golpearon con tanta fuerza que tiraton abajo todo lo que había en las estanterías. Fue necesario colocar las placas del horno delante del cristal para protegernos un poco en caso de que un panel rompiera la ventana mientras estábamos preparando la cocina.

El viento no hacía más que soplar, y por radio se iba escuchando el recordatorio de prohibición de salida al exterior. Además se oían informes de unos y otros a medida que se iban viendo desperfectos en los módulos. Por ejemplo, uno de los contenedores que hace de dormitorio, se fue desplazando de su sitio por la fuerza del viento... tanto como 6 metros!, y a punto estuvo de volcar. Por suerte no había nadie dentro de ese módulo. También se escuchó el aviso de que uno de los molinos de viento, usados para generar electricidad se había roto y salido volando. O cómo uno de los iglús de fibra de vidrio se había roto y la nieve comenzaba a entrar en el interior, o cómo otro se levantaba y desplazaba. una locura.

Mientras tanto, todo el mundo, más o menos preocupado, en el interior del módulo donde le había pillado la el aviso de prohibición, iba haciendo cosas para distraerse: leer, escribir, charlar, jugar a las cartas,... Llegada la hora de la comida, sólo la docena de personas a quienes la alerta les pilló en el comedor y la cocina pudieron comer, pero el resto tuvieron que aguantar el hambre. Lo mismo que las ganas de ir al servicio, ya que lo único que se pudo hacer es improvisar servicios en cubos para las aguas menores.

A eso de las 15h, el viento, aunque aún muy fuerte, ya iba remitiendo lentamente, permitiendo a los especialistas de montaña de la base salir a ver las condiciones de seguridad y si era posible mover a la gente en pequeños grupos hasta el comedor. Y así fue. Con precaución, y en pequeños grupos se fue llevando a la gente de los distintos módulos hasta el comedor y el servicio. Un comedor muy pequeño, pero que cobró una gran vida, pues en algún momento estuvimos todo el personal de la base en el interior. Unos comiendo, otros tomando café y calentándose después de toda la mañana en algún módulo sin calefacción, y otros contando lo que podían ver desde las ventanas de la terrible ventisca. Una locura de servicio para Miguel Ángel, que le toco poner y quitar la mesa muchas veces, fregar con agua fría, preparar café para los que iban llegando al comedor,...  A Manuel le pilló en el saloncito, así que se libró de estas tareas. Pero ya tendría tiempo de recuperarlo en la cena. Tras la comida, y aprovechando que todo el mundo estaba en el comedor, se informó de que las condiciones meteorológicas irían mejorando por la tarde, pero que el personal científico seguía con la prohibición de salir al exterior. Mientras, los técnicos intentaban conectar la corriente de nuevo, descongerlar las tuberías para tener agua corriente, y mover los contenedores que el viento había movido de sitio.

Contenedor de dormitorios 2 desplazado por el viento


Al final de la tarde, con la tormenta ya calmada, se levantó la prohibición, y pudimos recorrer la base viendo los enormes desperfectos causados por la terrible tormenta de nieve. Sin duda la más fuerte que muchos han visto por estas latitudes. El resto de la tarde se dedicó a ir recogiendo todo el material que el viento había desperdigado por la zona de la base. Las caras de preocupación se fueron relajando poco a poco, y aunque aún no había agua corriente por la congelación de las tuberías, la luz parecía que ya llegaba a todos los módulos.

La cena fue un poco ligera, con una sopa caliente y embutido para todos los que habían estado trabajando en el exteior recogiendo materiales y reparando los desperfectos. Tras la cena, un brindis con cava para celebrar que habíamos sobrevivido sin más que desperfectos en la base. Sin duda algo que celebrar, porque de haberse producido un accidente, este habría sido realmente grave y sin posibilidades de evacuación en la terrible tormenta.

Tras fregar y recoger, para acabar el día de servicio de limpieza, nos tomamos un Baylis con Daniel y Ángel, el cocinero y la pinche, con quienes Miguel Ángel había pasado todo el día preparando comidas y cafés, y atendiendo a los que tras muchas horas de aislamiento, fueron llegando al comedor. Un día agotador, pero al que hemos sobrevivido. Sin duda un día que recordaremos muchos años.

M.A. de Pablo

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