Isla Livingston, Antártida, 13 de Febrero de 2016
Hoy es un día importante. Tenemos mucha tarea que hacer en el monte Reina Sofía, incluyendo intentar abrir el sondeo de 15m para reponer los sensores. Esperamos que no se haya inundado.
Lo primero que hacemos es reemplazar el sensor de temperatura y humedad que estaba dando valores erroneos en la estación de la cumbre. Eso nos llevó un buen rato, especialmente porque hacía mucho viento y cualquier tarea sencilla que en condiciones normales es cuestión de un par de minutos, aquí te puede llevar media hora larga. El viento y el frío son los peores enemigos. Aquí quitarse un guante para conectar un cable puede suponer que se te congelen los dedos. Un día soleado no, pero los días de viento... De hecho, una vez reemplazado el sensor, comprobamos los valores que estaba dando... -9ºC... y con el viento tan fuerte, podríamos tener una sensación térmica de al menos -20ºC... en estas condiciones es normal que las manos nos dolieran y tuviéramos que estar continuamente parando para meterlas en los bolsillos a calentar. incluso con dos pares de guantes sobrepuestos. Pero estas son las aventura de la Antártida.
Tras acabar de instalar el nuevo sensor y asegurarnos de que funcionaba correctamente y de que la estación quedaba bien cerrada, aislada y asegurada, nos movimos al "agujero del infierno helado" a ver en que condiciones estaba el sondeo. Efectivamente, tal y como nos anunciaron ayer, el bidón que protege el sondeo estaba a la vista (con alguna que otra dentellada de la motosierra), y dentro una capa de agua y otra de hielo nos impedía ver la boca del sondeo. Como hombres precabidos, nos habíamos subido un trozo de tubo para ir absorviendo el agua y sacarla del sondeo.... pero era una tarea penosa, así que Miguel Ángel se quitó los guantes para sacar el agua del bidón a mano. Al cabo de unos pocos minutos el dolor era insufrible, pero no se había sacado todo el agua del bidón. Así que Manuel tubo una brillante idea... mientras Miguel Ángel intentaba volver a calentar las manos, Manuel sacó un par de cervezas... la excusa era descansar de la dura mañana que llevábamos, pero sacar el agua del bidón con la lata fue una idea brillante de Manuel. Así que para cuando nos acabamos la cerveza protegidos del viento dentro del "agujero del infierno helado", Miguel Ángel ya se había calentado un poco las manos y pudo reiniciar el drenaje del agua, esta vez con los guantes puestos y la ayuda de la lata de cerveza. Y vaya si funcionó. En unos poco minutos ya solo quedaba un poco de agua que sacamos metiendo nieve dentro del bidón para que la absorviera. ¡Y ya se veía la caja del sondeo!
Manuel tomó entonces las riendas para picar el hielo que aún nos impedía abrir la caja. Con la ayuda de un piolet, fue picando con paciencia el hielo hasta dejarlo listo. Luego Miguel Ángel, armado con un destornillador, se enfrentó a la tarea crítica de abrir el sondeo.... cuatro eternos tornillos... y voila! Un poco de hielo en el interior pero aparentemente sin afectar a la boca del sondeo. Y tras un redoble de tambór..... ¡tachán! el sondeo se abrió y los sensores salieron rápido y completamente secos!!!! ¡El sondeo estaba a salvo! ¡Menos mal! La cara de satisfacción de Miguel Ángel era el resultado de la descompresión por tanta tensión acumulada pensando en el desastre que podría haber sido esto en el caso de que hubiera entrado una gota de agua.
Miguel ángel mostrando la cuerda con los sensores salvados del sondeo de 15 m
Sin parar un momento a felicitarnos rápidamente sacamos los sensores y metimos los sensores nuevos, y luego a sellar el sondeo de nuevo. Tapa roscada, sellado, tapa con sus tornillos y listo. Sondeo recuperado y listo para un nuevo invierno. Uff! qué alivio y qué peso nos hemos quitado de encima.
También recogimos la cámara que dejamos hace dos días en la Morrena. Aquí tenéis lo que capturó la cámara. Lamentablemente la batería solo duró apenas hora y media.
También recogimos la cámara que dejamos hace dos días en la Morrena. Aquí tenéis lo que capturó la cámara. Lamentablemente la batería solo duró apenas hora y media.
Montes Papagal (derecha) y Charrua (izquierda)
Y con la satisfacción del trabajo bien hecho, y azuzados por el fuerte viento, bajamos a comer a la base, y darnos el homenaje de una buena siesta... que el logro lo merece.
Por la tarde estuvimos haciendo tareas varias, incluyendo acabar de preparar el mástil para instalarlo como nivómetro en Collado Ramos. Manuel lo pintó hace ya unos días, pero aún no ha secado del todo. Pero no es problema, porque el viento ya se encarga de eso.
En fín, hoy ha sido un día grande... nos vamos a descansar.
M.A. de Pablo
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